sábado, 7 de junio de 2025

Mario Levrero - Un "raro" de la literatura uruguaya

 

El día lunes 2 de junio di una charla sobre la vida y obra de Mario Levrero en el Ateneo de Montevideo. Evento organizado por AEDI-Uruguay. Aquí el texto de dicha charla:



Nació el 23 de enero de 1940 en pleno centro de Montevideo. Su nombre completo era: Jorge Mario Varlotta Levrero pero en lo literario utilizaba su segundo nombre y apellido casi como un seudónimo, ya que en su vida cotidiana y en algunos trabajos firmaba como Jorge Varlotta. Aunque también para ciertos trabajos de crítica y humor en revistas publicó bajo otros seudónimos.

Entre los tres y ocho años debió pasar en quietud absoluta por recomendación médica al encontrársele un soplo al corazón. En esa época comenzó su amor por el ocio y la lectura.

Era hijo de un empleado de la famosa tienda London-París y profesor de inglés. Abandonó el liceo y lo retomó a los 33 años pero abandonó el Bachillerato.

Fue un cineasta frustrado antes de volverse escritor. Entre los 21 y 22 años filmó dos películas mudas en 16mm y con cámara acelerada con las que intentó homenajear a las comedias mudas como las de Buster Keaton y Laurel y Hardy. Lamentablemente dichas cintas se perdieron. Las dificultades técnicas y económicas le impidieron continuar por ese camino.

Hizo sus primeras colaboraciones en una revista de la Facultad de Medicina, con textos de humor absurdo. Sus primeras publicaciones datan de finales de los sesenta, casi todas en diversas revistas uruguayas y argentinas. Fue colaborador de algunas revistas de humor rioplatense como Superhumor, El Dedo, Guambia y Misia dura que fue la primera. Allí integró el grupo de los denominados "Surrealistas".

Era además, un asiduo lector de novelas policiales de autores como Raymond Chandler, Simenon, Rex Stout, entre otros. Género que parodió sobre todo en la novela/folletín: “Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo"

Cabe señalar que esta es una novela paródica donde se ridiculizan los personajes, las acciones, los lugares y los recursos del género policial. Totalmente surrealista, pasa de la ficción literaria a las fantasías del inconsciente. Según algún crítico, "Nick Carter, es una máscara que oculta con risas, la tragedia del autor".

Asimismo, incursionó en la ciencia ficción con algunos de sus relatos: “Gelatina”, “Caza de conejos”, “Los ratones felices” y su libro: “Aguas salobres”.


Su lenguaje es aparentemente sencillo, de frases breves, que generan climas extraños y opresivos e imágenes absurdas y divertidas.

Algunas de sus influencias literarias son: Kafka, Lewis Carrol, pero él aseguraba que sus influencias no eran solamente la literatura sino que todo contribuye:

Decía: "otro error es buscar fuentes exclusivamente literarias para la literatura, como si un fabricante de quesos tuviera que alimentarse exclusivamente de quesos...". "...creo que el cine, la música, los amigos, las mujeres, las hormigas, el mar y etcétera, me han influido tanto o más que los libros..."

Precisamente, la música ha jugado un papel importante en la escritura de algunos de sus libros. Por ejemplo, cuando escribió "La ciudad" escuchaba continuamente a los Beatles y en "Caza de conejos", a Schubert, en especial "La trucha".


Se ganó la vida en diversos trabajos. Tuvo una librería hasta que decidió dedicarse a escribir en serio. Integró el plantel de una revista argentina de crucigramas, principalmente mientras vivía en Buenos Aires entre 1985 y 1989. porque aquí no le daba el dinero para mantenerse.

Nunca se consideró un buen escritor, sino un producto de la democracia “ahora cualquiera escribe” -decía y fue gracias al consejo de “Tola Invernizzi que comenzó a guardar sus escritos en 1966, ya que antes los destruía.

Existen varios estudios sobre la obra de este escritor al que se ha tratado de clasificar -cosa que él odiaba- dentro de determinados géneros. Aunque por lo general se lo enmarca dentro de los "raros" uruguayos, al igual que Felisberto Hernández con el que mantiene ciertos puntos de contacto.

La de él, es básicamente una literatura de "climas", donde importa más el "camino" que el "destino" sobre todo en sus novelas. Sus atmósferas son cerradas, claustrofóbicas -a veces- plagadas de detalles psicológicos y de descripciones subjetivas, que generan una gran tensión, resuelta muchas veces por el humor negro y el absurdo. Hay una gran carga sexual en algunos de sus trabajos que en ocasiones le ha valido la acusación de hacer pornografía -cosa que él rechaza de plano ya que dice aborrecer la pornografía. Sí, en cambio se puede asegurar, que sus textos tienen una marcada "sensualidad" y algún grado de erotismo. Generalmente asociado a personajes femeninos ambivalentes con las que el protagonista nunca logra relacionarse satisfactoriamente.

Levrero utiliza un lenguaje sencillo y claro, de frases breves pero no por ello, menos interesante. Nos introduce en un mundo donde todo comienza a cambiar; el tiempo y el espacio se estiran o se comprimen y todo se confunde; los códigos aceptados se subvierten y los objetos sufren extrañas e inquietantes metamorfosis. La angustia y su resolución a través de la búsqueda de la felicidad, del orden, del amor o de la aceptación son condición en sus historias.

Con gran riqueza imaginativa crea ficciones que conducen a las zonas oscuras del ser humano, a lo imprevisible y a lo desconcertante. Muchas veces las intenciones previas del protagonista se van torciendo a medida que el texto avanza. Usa la ironía, la caricatura y hasta el grotesco para mostrar a sus personajes en esa realidad extraña y laberíntica que resulta ser para él, el mundo. Existe, además, la recurrencia del alter-ego en muchas de sus libros.

Muchas de sus historias -confiesa- surgen a partir de sueños o ensoñaciones y siempre o casi siempre están ligadas a la realidad que le toca vivir, como por ejemplo en "Diario de un canalla" -novela corta escrita durante su período en Buenos Aires- de la que dice no haber inventado nada. Algunos críticos consideran a ésta como una de sus mejores obras.

En su obra se destacan tres novelas del mismo tono, autodenominadas como: “La trilogía involuntaria” que son: “La ciudad”, “Paris” y “El lugar”. Estas novelas tienen un clima opresivo casi kafkiano donde el tiempo y el espacio se estiran y cambian y han sido consideradas como una metáfora del Inconsciente.

Otras novelas interesantes son: "El alma de Gardel" y ” Dejen Todo en mis Manos"

Sus cuentos, de tono variado, mantienen ese clima extraño donde la ironía y la caricatura son los elementos importantes que caracterizaron toda su obra. Esto se nota especialmente en el libro: "La máquina de pensar en Gladys"

Levrero fue un narrador nato y sus historias generan un sinfín de situaciones que logran muchas veces altura poética sin embargo nunca escribió poesía.

No le gustaba explicar sus cuentos y tampoco le gustaban mucho las entrevistas. De hecho una de las pocas explicaciones sobre su escritura aparece en el texto titulado: “Entrevista imaginaria con Mario Levrero por Mario Levrero”, en la que realiza una verdadera parodia a una entrevista periodística donde entrevistador y entrevistado son la misma persona. Allí explica de manera desopilante su manera de narrar, algo de su vida y termina arrojándole a su interlocutor (él mismo) la máquina de escribir por la cabeza, cuando éste le pregunta “¿Qué consejo le darías a los escritores jóvenes”?


Logró cierto apogeo luego de la dictadura con algunos libros, consiguiendo atraer cierto público que lo admiraba, convirtiéndose con los años en un escritor “de culto” por parte de sus seguidores. Sin embargo, tampoco tuvo mayor consideración de parte de la crítica; solamente ganó una mención en un concurso de la revista Marcha por su novela “La ciudad” y fue luego de fallecido que consiguió un premio a mejor libro de narrativa con "La novela luminosa"

Llegó a colaborar con Leo Masliah, otro “raro” que alterna entre la música y la literatura. Levrero le aportó varios textos para que Masliah los musicalizara y ambos realizaron trabajos en conjunto para revistas y mantuvieron una larga amistad.

En los últimos años de su vida fue más difundido, logrando algún aporte económico por su labor literaria. Pero siempre estuvo a la sombra de los grandes escritores de éxito de nuestro país.

Y escribió una columna semanal para la revista Posdata donde incluía textos breves sobre temas diversos con el humor absurdo que lo caracterizaba y que a la postre derivaría en su publicación en dos volúmenes en libro donde aparecen recopiladas. También organizó un taller virtual a través de Internet, donde los alumnos se inscribían y realizaban los trabajos que él les proponía comunicándose por la red.

Como hecho curioso, escribió un “Manual de Parapsicología” a petición del Prof. Torri, parapsicólogo y sacerdote peruano. Levrero demostró su interés por esta moderna disciplina científica ya que decía poseer características telepáticas casi desde que comenzó a escribir, algo que le preocupó mucho y que gracias a este profesor pudo aceptar.

Tuvo una prosa desprolija, y no siempre bien lograda – al decir de sus críticos- pero sin embargo volcó un caudal de imágenes sugerentes e hizo una literatura diferente, con algo lúdico o infantil y totalmente original.

 En lo cotidiano, se lo definía como un ser excepcionalmente generoso, obsesivo, contradictorio, capaz de bucear en el alma humana, tanto propia como ajena.

 Le gustaba el trabajo que significara un desafío. Cuando lo pusieron a controlar al personal en la revista en la que trabajaba, se fue.

Tuvo varios hijos y un hijastro de su última mujer, que era psiquiatra e hizo terapia psicoanalítica

 Falleció a los 64 años, debido a un aneurisma de aorta, en el año 2004.

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